Adriana Tribiño - Psicoterapia y Peritajes

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¿POR QUÉ MIENTEN NUESTROS HIJOS?

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Las mentiras es un tema de preocupación para muchos padres. No voy a hacer apología de ello, pero si me gustaría empezar a desmenuzar de dónde vienen, motivos por los que nuestro hijo/a está mintiendo. Estaréis de acuerdo conmigo en que una mentira “piadosa”, para no hacer daño, no es lo mismo que, una mentira para eludir una responsabilidad o castigo.

Una mentira piadosa, viene más de un fondo de tener en cuenta a la otra persona y no querer herirla.  Una mentira para eludir un castigo, sólo puede que tenga eso como finalidad, no conlleva  el cuidado de ninguna relación, sino más bien intentar que no me caiga el castigo.

La pérdida de confianza que se produce después de una mentira es lo más perjudicial, porque mina la relación de padres e hijos. Y es eso lo que hay que transmitirle a nuestros pequeños y adolescentes.

En general no estoy de acuerdo con las mentiras, pero si me parece importante analizar desde donde vienen para poder responder adecuadamente. Los padres se suelen indignar mucho cuando sus hijos les mienten, pero muchas veces esa indignación no tiene tanto que ver con una preocupación por el hijo, “la mentira tiene patas cortas”,  "así le va a ir mal en la vida", sino con un sentimiento de sentirse burlado por su propio hijo y esto es algo difícil de soportar ( una herida narcisista en nuestra función de padres) y respondemos desde ahí con ira. 

¿Por qué miente nuestros hijos? Uno de los puntos centrales en la mentira es la intencionalidad.

Las investigaciones muestran que niños de 3 y 4 años mienten, aunque no tienen claro el concepto si saben lo que es un engaño. A esta edad, en general lo hacen para cumplir su deseo, o tapar a un amigo. Aunque ellos se sienten traicionados y muy enfadados cuando descubren que sus padres les han mentido en algo. Cuando un padre promete una cosa que luego no cumple, muchos niños pequeños lo viven como una mentira. A los 8 años el concepto de intencionalidad está muy desarrollado y se fijan claramente si hubo intencionalidad o no en esa mentira. A medida que el niño va cumpliendo años va afinando  matices en las mentiras. En los adolescentes, las mentiras son muy parecidas a la de los adultos.

A veces el miedo a defraudar a los padres, especialmente con un bajo rendimiento académico, hace que el niño mienta, no sólo para librarse del castigo sino para no defraudar a sus padres por no cumplir sus expectativas. Lo que requerirá de padres con suficiente sensibilidad para poder hablar sobre: “a lo mejor te da miedo defraudarme y sientes que si no cumples mis expectativas voy a dejar de estar allí e interesarme por tus cosas”. Explicarles el valor de decir la verdad, y quitarle hierro al rendimiento académico también ayuda.

Para mentir es necesario tener bastante control sobre las emociones. Las emociones cuando son fuertes, producen cambios involuntarios en el comportamiento y en la gestualidad. Es necesario tener todo esto bajo control cuando uno está mintiendo. El adolescente lo irá aprendiendo y perfeccionando. El sentimiento de culpa será un freno importante a la hora de mentir. De hecho los psicópatas, autores de crímenes, asesinatos, etc, mienten con mucha facilidad ya que carecen de culpa o la tienen muy débil.

Sin embargo para muchos adolescentes mentir es una forma de establecer su identidad, de crear un espacio mental donde pueden sostener una mentira con los padres. Es crear un espacio psíquico totalmente independiente donde SOLO  ellos mantengan esa idea (la mentira), no tiene tanto que ver con la necesidad de transgredir sino con crear un espacio individual. Esto se da con más frecuencia  en familias donde los padres son muy controladores y también en familias donde los padres invaden continuamente la vida psíquica del adolescente, no permitiéndole que tenga sus espacios propios de intimidad. Aquí, la mentira cumple la función de romper la sensación de la omnipotencia y la omnisciencia de los padres, él/ella es capaz de sostener un espacio psíquico donde los padres no están incluidos. Es una forma  de romper con la familia para poder generar espacios de individuación. En estos casos, es importante revisar nuestra actitud y hacer cambios en este sentido.

Diferenciarlo del placer de engañar (la transgresión) es importante. Cuando el adolescente se siente radiante y victorioso por habérsela “colado a los padres”, ahí la intervención debería ser muy distinta. Definitivamente debemos hacerle sentir que nos hemos enterado y que tenga consecuencias sobre su conducta. Aparte de la explicación correspondiente en relación a la pérdida de confianza, poder sostener y cumplir un castigo es necesario.

Los padres que aseguran que sus hijos jamás mienten, tienen un problema de verdad. Es muy posible que tengan la necesidad de sostener que su hijo es  un angelito y que no puedan verlo completo con sus noblezas y sus partes más  indignas. O lo que es aún más preocupante, es que el niño no se haya animado a hacerlo, lo que le puede provocar  que siga muy pegado a sus padres y no despegue en la vida.  Se trata de poder mentir, y a pesar de ello no hacerlo. 

Finalmente, si vemos que nuestro hijo miente mucho hay que ocuparse de ello. Si vemos que a pesar de analizar los motivos y responder a las mentiras adecuadamente  no remiten, es importante buscar ayuda profesional. Pues muchas veces se confunden las mentiras con las fabulaciones (presentar como reales hechos que no lo son) y ahí la intervención sería distinta.

 

QUÉ DEBEMOS REALIZAR PARA QUE NUESTRO HIJO NO MIENTA

 

1.-No fijarnos una meta tan sin sentido. Mantener un diálogo abierto con los hijos sin rigideces mentales es lo mejor cuando estamos hablando de mentiras eventuales.

2.- Fijarnos en nuestra propia conducta y las veces que utilizamos la mentira para salir “airoso” de ciertas situaciones que no queremos confrontar. 

3.- Analizar si en nuestra propia familia estamos escondiendo una gran mentira de la cual no se puede hablar.

4.- Si la mentira viene desde el placer de disfrutar de colárselos al adulto, no responder con ira sino con un castigo proporcional a lo que haya realizado.

5.- Darle la importancia adecuada a la mentira, hacerle reflexionar sobre la pérdida de confianza y que tendrá que realizar actos para volver a ganarse esa confianza.

6.- Darle oportunidades para que se eche atrás y/o pueda admitir que ha dicho una mentira. Siempre hay que dejarle una salida honrosa, donde su dignidad quede salvada. Por ejemplo: “piénsalo bien, estás seguro que sucedió así? a mí no me encaja del todo… tú sabrías dónde localizar….

7.- La serenidad, constancia y firmeza de los padres suelen tener éxito cuando las mentiras es un tema pasajero.

8.- No creas cuando algún padre dice que su hijo/a no miente.